 |
Leida, Helada de los Sueños....
Bufón, enana de la era moderna
toda una inspiración
literaria y gráfica. |
Un depósito cúbico que en su interior blanco mantenía las bebidas frescas, en su exterior se convirtió en una brillante pantalla azul que con sus ondas cuánticas me transportó a la dimensión "N" hacia el infinito del túnel de la imaginación.
El hermoso domingo,
Sunday, día del sol me invitó a sumergirme en la observación de la biología de los seres híbridos que habitualmente ignoro. Esta vez en la ruta del desierto, allá por Samalayuca en Ciudad Juárez.
Me llamó la atención una mezcla de animal y hombre hermafrodita. Parecía un cisne negro que transmutó desde el escenario del ballet de las Moscois a un pequeño y regordete Shar Pei dentro una celda móvil de la sociedad protectora de animales. En humano, de perfil y con el cuello arrugado y con la prominente y flácida papada que dejan los inevitables kilitos de los cuarenta y la preocupación constante por la ansiedad ser
Leida, Helada de los sueños.
Chistosas se ven las mascotas vestidas como humanas, con detalles de colores, esta vez coronada con una cachucha roja al estilo de los guerrilleros de Fidel, redondo y de lona, que hace juego con sus letras rojas. El rojo domina, el rojo en sus ojos, pasión por el rojo. También un entallado pantaloncito de mezclilla
estrech que enmarcaba las caninas, aunque regordetas exremidades inferiores de Leida. Como buen can aferrada a la ruta del amor de telenovela, el amor de los amos de PetSmart, una tienda de mascotas donde venden todo tipo de chucherías para chuchos y chuchas. No se detiene en la búsqueda de una ama, Ama a una fusca. Rastrea y olfatea a la princesa que se deje dar el beso celestial, el beso no dado, el beso anudado en el trayecto de la ingesta de la sopa de letras congeladas, el beso guardado por tercera vez en el cofre, en la fría hielera, en el ataud, atado a sus manías, enterrado en su patio. Tal vez de perra, Leida se convierta a humana al dar el beso, uno nunca sabe. Habría que hablarle a Dog Whisperer (el psicólogo de perros.)
Pesados lentes de marca Perroni caen sobre sus quemadas mejillas de sol que, aferradas a la gravedad de la tierra se muestran, cual manecillas en reloj derretido de Dalí, pendientes del techo de la persecución de los sueños de las rebeldes. Leida, la perra Shar Pei,
sharpy, filosa, quien duerme como osa, observa el techo en el preámbulo, luego cuando Morfeo abre sus brazos, en el onírico persigue a la hembra, mujer, perfecta creación biológica, sueña que sus ojos se posan en su aberrante fisonomía
O-besa para una perra de su
size. Quisiera ver esas imágenes pendiendo en la pared a
go go google junto a las de la flor azul, donde otrora máscara habita.
Su correa, ¡ah! esa es muy importante es de metal líquido, de Mercurio, mercurial, atada al odio y al resentimento con la vida. Esa vida que como perra, inestable, promiscua, se comió a gran velocidad, en grandes bocanadas de libertad, lo cual deriva en la auto-anulación de su identidad. Las máscaras usadas en el teatro del pasado, que están pendiendo de su techo, antes de sus tachas, le sonríen y la reprenden, la confunden en la ruta hacia el circo, el espectáculo Medieval en donde era un bufón,
asegún el sueño que soñé.
Entre sus flácidas glándulas mamarias y sus brazos, sus axilas expelen un aroma entre amoniaco y lejía al rodear y rozar el tubo que le permite equilibrio en el paseo de la lectura sobre Fuentes. Brillantes deja esos barrotes donde revuelca su pasado dándole vueltas y vueltas al ritmo de la música y los dólares. Iluminada, iluminada por las luces neón y el brillo de los ojos de los machos cabríos dispuestos a pagar por su pegar.
Terminó la jornada de Leida y atada a su correa corre por los caminos arenosos y volátiles de las calles de Juárez. No ve la hora de llegar a su encuentro con el
aipad y ver que está en lo virtual. Llemas de dedos sudorosos, mariposas en el estómago. Hambre por la carne, saciedad en los ladridos ahogados que emite en otras dimensiones. Espera...