viernes, 30 de diciembre de 2011

La hipnosis

Este es un personaje que será central en mi próxima novela gráfica. No se si llamará Bruhilda, Brunilda. Cuánta belleza hay en ella, quien se dice él cuando le conviene. Y no me refiero a belleza física que promueven los medios. Me refiero a que es un personaje que ha dejado huella en mi vida como uno de los más interesantes, entre quienes más me han confundido, conmovido y enfurecido.
No sé si está enferma de la cabeza o realmente es una persona totalmente corrompida al punto de hacer un daño sin límites a la gente con quien se cruza. Mi hijo, de 4 años, cuando llegó ella,  comenzó a incomodarse por su presencia, empezó a hacer una rabieta marca demonio, gritando constantemente. Mi hija, de 12 años peleó durante un buen rato con él. La brujilla le señaló una bolsa de carbón para asador rota, de la cual los cubos de carbón se escapaban y desparramaban por los espacios de la bolsa. Los colores eran exactamente los de un tigre, se los señaló al niño y le dijo

–¡Ay viene un tigre!
a lo que el niño le contestó:
–¡¡No le tengo miedo al tiburón!! contestó en tono amenazante.

A él por alguna razón no le gustaba mi amiga y siempre que llegaba me hacía rabietas descomunales.

Yo en tono de reclamo le dije:
– Ya no lo estés asustando.
– Él  trajo al tiburón. (contestó)

Después de un rato de escándalo se calmó.
Nosotras en el patio trasero, empezamos la travesía a la Cuarta Dimensión...

Vamos hipnotizarte y sanarte a través de eso. Si me preguntan porqué me presté a eso, ni yo misma sé la  respuesta. En aquel momento no entendía muchas cosas. y así estuvo la cosa.
Ese día preparé un mole que me había traído de Oaxaca, ella me lo trajo. Hice unas enmoladas y compré un vino que traía a un felino en la etiqueta de color amarillo. Ella trajo otro, y dijo que invocaríamos a los espíritus de la savanna, o salvajes o no me acuerdo que... algo así.

Era una tarde de verano, muy cálida, el patio tiene dos viejos árboles, retorcidos y cuyos nudos constatemente, alimentados por mi imaginación, me miran con curiosidad. La mitad del terreno lo constituye una alberca en forma de riñón que cada verano es el centro de atención y convivios familiares en donde llega mucha gente a compartir conmigo y con mis hijos. Tiene un barandal negro de metal que puse a propósito para evitar que mi pequeño cruce hacia el área de la alberca.

Comimos como a las 6 de la tarde, tomamos una botella. Al inicio de la otra, –ya casi noche todo el mundo se había calmado. Ella empezó a contar y me dijo relájate...bla bla bla...  y yo pretendí relajarme. Yo sentada a la cabecera de la mesa, en el lado angosto de la mesa rectangular, ella frente al lado ancho. Yo vestía unos shorts y una blusa de tirantes de espaguetti, azul. Ella vestía una falda corta tipo cargo,  y una blusa de  color claro, beige.

En un momento dado, por el rabillo de ojo visualicé una hielera de color azul al lado derecho, que estaba sobre una mesa de fiesta. Yo la empecé a visualizar como una pantalla azul, como la de la televisión, cuando no tiene CD y el color era muy vibrante.
Alrededor de mis ojos, o más bien, de mi área visual, frente a mi, o sobre enfrente de mi, una nube, de forma ovalada color gris, como humo gris, y le dije:
– veo como humo gris.
– ¡¡¡Es el puente!!!, me contestó, – es el puente que te llevará al subconsciente, Crúzalo!!! Te veo como una bruja, blanca con los ojos rojos!! Oh no sabes lo que estoy viendo!!! ¿Le seguimos?
– ¡¡¡No, tengo miedo!!! (Ni madres, que miedo iba a tener)
Se levantó y me abrazó, yo ya no sabía la manera de quitármela de encima, Después de tantas veces que me había dicho que tenía que darme un beso en la boca, para poder sanarme. Me abrazó y me puso sus flácidas glándulas mamarias en mi mejilla. Olía a grasa, horrible. Yo estaba sentada en la silla, pretendiendo tener miedo. Con mi cabeza inclinada hacia abajo y los hombros encogidos. Hasta que por fin se retiró. Me dijo que veía muchas cosas malas en mí. Nunca le creí porque nunca fue clara. Pienso que tal vez creía que yo creyera que yo realmente era un ser abominable, cuando a lo mejor era lo contrario, ella era la abominable. Nunca me convencieron sus visiones, pero con extraña fascinación e ignorancia me gustaba oirlas.

Y así transcurrió la noche, durante un rato seguimos platicando y me decía que porque la miraba así, que mis ojos tenía un brillo especial. Pero lo que yo veía era que se estaba retorciendo muy extraño, su cuerpecillo sin cintura y con senos bastante flácidos se movían como un reptil, ondeando hasta llegar a sus semi obesas piernas que el sedentarismo y la falta de ejercicio poco a poco iban deformando y transmutando a una asquerosa masa deforme como una piel de naranja magnificada.
Se retorcía y me decía a la par que estaba teniendo un orgasmo, que estaba teniendo un orgasmo tántrico. Y me enseñaba la ropa interior con cinismo. Yo sólo la observaba.

Cuando el supuesto orgasmo pasó su pelo cambiaba de forma constantemente, de estilos cortos lacios a ondulados a medio crecer hasta caireles donde las estrellas brillaban. le pregunté:
– Oye estoy viendo que tu cabello cambia de estilo, así como aquel video de Michael Jackson donde cambiaban las caras de los personages, que fue toda una innovación. Me dijo:
– ¡¡Ah!! es que estás viendo mis vidas.
Y yo :
–––¿? Mi mente se quedó en blanco, cada vez la entendía menos.

¿Era yo la que veía?. ¿O era yo quien me veía en ella? Y ¿era ella quien se veía en mí? Ella es la bruja blanca. O la enana, como le decía a otra amiga. Ella era todo lo que pretendía que nosotros fuéramos.

Era muy triste para mi ver la intención de tremenda mentalidad tan llena de mezquindad.

No sé en qué momento se llegaron las 4:30 am y la invité muy cordialmente a que se retirara.

Esta persona constantemente me mencionaba el consciente colectivo y yo ignorante, solo dejaba caer el maxilar inferior cada vez que empezaba a hablar... Hasta que un buen día, abrí los ojos y me dije que no podía seguir viendo la vida a través de las interpretaciones de los demás y me puse a leer. y lo primero que descubrí es que ella se refería el "inconsciente colectivo" término creado por Carl Jung. Y ella siempre lo mencionaba, ignorante yo, que le creía todo. Pendeja y Perezosa mental yo, que por no leer, dejaba que ella me dijera tantas mentiras, no es su  culpa, es mi culpa. Ya lo entendí.