Tara Duh Sarnosa observa
las fotos de las pintas sobre sus nalgas durante una marcha en Nueva York
publicadas en el Feminist and Queer Review mientras da un sorbo a su copa de
vino y reposa en un cómodo sillón de la clínica de juventud Mummy Buy. Hoy fue sesión
de solitón en la cara y masajes para rejuvenecer sus cuarentas y sus cuentas.
En este salón de belleza holístico también le queman las mechas doradas y le
hacen pedicure. Esta postura resume bastante bien el ideal de nuestras
feministas sororarias conscientes, cuyas imágenes caminando desnudas con las nalgas
pintadas, circulan también por las redes sociales. Vanidad social y prestigio editorial unidos, forman una vocación que nada puede detener ni degradar. Una buena nota
periodística, acompañada de las correspondientes fotos ejerciendo su activismo
por las calles de Nueva York, desnuda y con las nalgas graffiteadas: “I love NY” o en Ciudad Equis, junto a las cruces rosas pintadas sobre los postes de madera obscura a través de los que se conectan las corrientes eléctricas. En el feminismo hay muchas corrientes que se pasan. Habrían de re-pensar la incongruencia de la opresora que pasea por ciudad Juárez, buscando mujeres deseadas por los patriarcas para poseerlas.Últimamente se pasean también en las lecturas para violar poetas después de una tsunami de alcohol que patrocinan, en donde pretenden alcoholizarse para victimar a sus objetos de deseo y chparles su creatividad, y también han andado en las conferencias estudiantiles del Instituto de
Arte, donde “Ni una más” o “Fuera Peña Nieto” se lee a lo ancho en la
pancarta de la foto que ocupa el dossier de la revista electrónica IO (Intelectuala Orgánica) Los ojos de Tara inician la navegación virtual desde el encabezado “Ciudad Equis, grietas en el pavimento, río seco donde escurre la sangre pulverizada
mujeres asesinadas. Terremotos del patriarcado.” terminan escritos en las nalgas pintadas al centro de la fotografía, cuyo crédito se le da a le fotografe que trabaja en exclusivo la revista. Nota muy eficaz desde el punto
de vista sociológico y que nos informa sin rodeos sobre la idea que
nuestra burguesía académica patrocina a sus feministas conscientes intelectuales, orgánicas, cósmicas y activistas y ahora violadoras con doktorados.
Lo que
parece sorprender y encantar a esta burguesía fakebookera, ante todo, es su propia amplitud de espíritu y
solidaridad para re-conocer, que las feministas se manifiestan en contra del
abuso, la desigualdad, el derecho al sufragio femenino y, últimamente, de los
asesinatos a mujeres en ciudad Equis. Y por si las dudas, se jactan de tener relaciones horizontales (lo cual las autoriza para violar a las amigas, mientras sean relaciones horizontales). Pero ¿Luchan? ¿les duelen? Ellas, que se desnudan y pintan sus nalgas, que
golpean lienzos virtuales con flores de plástico impregnadas de pigmento rojo, españolas disfrazadas de novia, blancas privilegiadas que se disfrazan de indígenas y se toman fotos con tarahumaras, con los estudiantes de las
colonias vulnerables y hasta fotos, si, fotos con las fotos de los carteles de escritoras
laureadas por los empresarios de la literatura y el gobierno. También son
especialistas en el alma humana, están sometidas a la situación general del
trabajo contemporáneo con sus empleos en el primer mundo para impresionar a los pobres e inocentes, vulnerables intelectualitxs de Ciudad Juárez. Es una manera de convencer a nuestros lectores burgueses
de que están adecuadas a su tiempo: uno se enorgullece de reconocer la
necesidad de ciertos exhibicionismos, uno se acomoda a las vedetiles realidades para-lelas modernas,
el orgasmo clitoriano, trabajar de sol a sol, ir a la guerra, disparar armas y después
a pedir un autógrafo a Carmen Salinas, como diputada cósmica (y su posterior postulado en fakebook); igual que las lesbianas feministas radicales: aprendemos a prescindir de Ellos y violarlas a Ellas: objeto de deseo de le patriarque.
Por supuesto
esta proletarización del feminismo es acordada con parsimonia por y para,
posteriormente, destruirla mejor. Ni bien se provee de un atributo social (las
conferencias, los performances, el uso del cuerpo propio con libertad, (aunque
la promiscuidad nos lleve a enfermedades venéreas o terminales) la feminista consciente, intelectual
orgánica, mujer actual, es guerrera, defensora y verdugo de sus congéneres. Tal
como la huérfana Atenea, cuya madre es devorada por el padre. La feminista, a la altura del discurso masculino, o tal vez, más alta y fuerte
que el discurso hombril, cumple su sueño: compartir mesa con uno que otro escritor laureado de la localidad Equis. No así con los que no le ofrecen atención o una copa de vino en las lecturas. Regresa al imperio que comparte con los
profesionales de la vocación. Y la “naturalidad” en la que se eterniza a nuestras
feministas, en realidad se instituye para traducir una contradicción sublime:
una condición prosaica producida, desgraciadamente, por una época muy
materialista, frente al lugar prestigioso como las redes sociales a través del cual sociedad la burguesía actual concede
libertad a sus mujeres de espíritu (siempre que sean inofensivas). Atenea,
feminista consciente de su poder, a través de la alianza con el patriarcado,
hereda el apetito voraz de Zeus, su padre y enguye a sus congéneres mientras prostituye
su caverna libremente por un puesto de editora en un pasquín patrocinado por las instituciones que tanto odia La Feminista en Ciudad Equis. El cual abandona (o la invitan a abandonar) cuando se da cuenta que no es la única protegida por el editor en jefe, cuya amante encabeza una de las candidaturas priistas.
La prueba de
la maravillosa singularidad de la feminista neoliberal consciente y orgánica es que durante estos
comentados actos subversivos, que comparte fraternalmente con obreras (y abogadas —que igual que ella enguyen las liquidaciones de los pobres empleados despedidos de las fábricas, y se creen salvadoras de los vulnerables) de maquila, empleados de antros gay y masajistas, lo mismo que tarahumaras, humanxs vulnerables al fin, no deja de trabajar, o al menos no
deja de producir: es una iluminati –digo, iluminada. Falsa trabajadora, también es una falsa feminista que se
cuela en las publicaciones virtuales sin ser invitada para decir su "veldá" en los mismos decibeles que Niurka y Ninel Conde. Una vocifera recuerdos,
traumas, otra seduce a sus seguidoras, a sus alumnas, a sus amigas, las usa
como inspiración (al principio de la relación) o esclavas un poco antes del consecuente final: ellas cocinan para la irreverente feminista consciente, le compran vinito, le dan sus historias para que escriba libritos, se los diseñan, le ilustran sus ideas para atrapar lectores en páginas de internet, blogs y redes sociales, le retocan y filtran sus fotos, vaya hasta performances de sus autopublicadas obras. Así, el acto de cocinar que tanto argumentan esclaviza en el
matrimonio heterosexual, convierte a las víctimas del patriarcado en protegidas
del feminismo, así mismo, ya que cambian de patrón a patronx, serán las sirvientes que satisfarán los peores atributos de la diosa feminista Atenea, la
guerrera consciente: glotonería, machismo, despotismo, alcoholismo, pathological layer, edonista, sectaria, se autonombra Diosa. Y la que no hace nada confiesa una conducta auténticamente paradojal,
una hazaña de exhibición de vanguardia, acude al consulado de su país y,
después de dar un mordisco al canapé, un sorbo a su copa de vino tinto, le
reclama al cónsul el gasto público en fiestas, a la vez que publica las cartas
de amor de su amante como propias que le publican en el Paris Review. Con esta última balandronada, se hace conocer que es
absolutamente “natural” que la escritora feminista, escriba siempre, en
cualquier situación, sobre todo en los periódicos de baja circulación y
reputación, donde sus amigxs editorxs le aceptan la cola[boración] a falta de
lectores comprometidos con la publicación. Si yo, simple mortal, publico los
correos donde Atenea, diosa gobernante, feminista consumada y respetada por los vulnerables y ciegxs, degrada mi condición de esposa y madre y se burla de mis
valores inalterables, yo soy una chismosa, confundida e ignorante;
si ella los publica, y encima de todo, patenta mi vida y la vida de sus amigas
en formato de novela, es venerada, aunque el género y calidad de novela para esta
publicación se ponga en duda por la crítica, —opinión que ella desdeña: por
patriarcal—.
En esta vida moderna lo que importa es publicar aunque sea auto-publicación (eso se ve muy bien en el currículum). En primer lugar, esto reduce la producción literaria a una suerte de masturbación con un pene eléctrico, por lo tanto tabú, pues escapa a los determinismos humanos; para hablar más noblemente, la escritora feminista consciente es víctima de una diosa interior que habla en todo momento sin inquietarse, tirana, tirada por los hilos del performance de su médium. Las feministas andan desnudas en Nueva York, o en el desierto, pero su musa, vela y da a luz sin interrupción. La segunda ventaja de esta logorrea es que, por su carácter imperativo, aparece —con toda naturalidad— como la esencia misma de la feminista consciente. Ella postula en Fakebook, Twister e Instamal, que sin duda está provista de una basta experiencia humana, de una visión y poder extraordinarios, olas de seguidoras, "miles de seguidores", de una fuerza más potente que la masculina, de carácter invencible, y, mucho amor por todos y por todas, —menos por las damas y las mujeres con talento, a las que prefiere acosar o violar –si se da la oportunidad–. Conocimientos académicos, tópicos de moda e historias la persiguen para ser publicadas y opinionadas por su talento y amplio criterio para la crítica, pero, contrariamente a las otras trabajadoras que cambian de esencia y en las marchas no son más que borregas, la feminista-activista-consciente-orgánica conserva en todas partes su naturaleza de feminista consciente: al exponer actos básicos de la vida real tales como la maternidad, alimentación, o el sexo, como argumento anti-patricarcal, muestra el signo de su humanidad; la diosa Atenea permanece: la falacia cósmica se postula como candidata al reconocimiento de su barbarie: ahora es promotora de couching. Se es feminista consciente como Sheila Jefreys es feminista, y dice que “Cuando una mujer alcanza el orgasmo con un hombre está colaborando con el sistema patriarcal, erotizando su propia opresión…”, inclusive cuando abrazada del inodoro vomita toda una sarta de incoherencias en contra de aquellas que osan revelarse cuando la máscara se le cae. ¿Qué puedo entender yo, que hablo con el vocabulario que me enseñó el monstruo del patriarcado? De este modo, la función de la mujer feminista cósmica, doktora, orgánica, es a los trabajos humanos, casi lo que la ambrosía es al pan: una sustancia milagrosa, eterna, que condesciende a la forma social para que se lo capte mejor en su prestigiosa diferencia. Todo esto introduce a la idea de una feminista-consciente-súper-mujer-multisexual, es una especie de ser diferente que la sociedad exhibe para gozar mejor de la singularidad ficticia que ella le concede [creo que Avengers ya le abrió un espacio a la nueva Súper-Heroína].
En esta vida moderna lo que importa es publicar aunque sea auto-publicación (eso se ve muy bien en el currículum). En primer lugar, esto reduce la producción literaria a una suerte de masturbación con un pene eléctrico, por lo tanto tabú, pues escapa a los determinismos humanos; para hablar más noblemente, la escritora feminista consciente es víctima de una diosa interior que habla en todo momento sin inquietarse, tirana, tirada por los hilos del performance de su médium. Las feministas andan desnudas en Nueva York, o en el desierto, pero su musa, vela y da a luz sin interrupción. La segunda ventaja de esta logorrea es que, por su carácter imperativo, aparece —con toda naturalidad— como la esencia misma de la feminista consciente. Ella postula en Fakebook, Twister e Instamal, que sin duda está provista de una basta experiencia humana, de una visión y poder extraordinarios, olas de seguidoras, "miles de seguidores", de una fuerza más potente que la masculina, de carácter invencible, y, mucho amor por todos y por todas, —menos por las damas y las mujeres con talento, a las que prefiere acosar o violar –si se da la oportunidad–. Conocimientos académicos, tópicos de moda e historias la persiguen para ser publicadas y opinionadas por su talento y amplio criterio para la crítica, pero, contrariamente a las otras trabajadoras que cambian de esencia y en las marchas no son más que borregas, la feminista-activista-consciente-orgánica conserva en todas partes su naturaleza de feminista consciente: al exponer actos básicos de la vida real tales como la maternidad, alimentación, o el sexo, como argumento anti-patricarcal, muestra el signo de su humanidad; la diosa Atenea permanece: la falacia cósmica se postula como candidata al reconocimiento de su barbarie: ahora es promotora de couching. Se es feminista consciente como Sheila Jefreys es feminista, y dice que “Cuando una mujer alcanza el orgasmo con un hombre está colaborando con el sistema patriarcal, erotizando su propia opresión…”, inclusive cuando abrazada del inodoro vomita toda una sarta de incoherencias en contra de aquellas que osan revelarse cuando la máscara se le cae. ¿Qué puedo entender yo, que hablo con el vocabulario que me enseñó el monstruo del patriarcado? De este modo, la función de la mujer feminista cósmica, doktora, orgánica, es a los trabajos humanos, casi lo que la ambrosía es al pan: una sustancia milagrosa, eterna, que condesciende a la forma social para que se lo capte mejor en su prestigiosa diferencia. Todo esto introduce a la idea de una feminista-consciente-súper-mujer-multisexual, es una especie de ser diferente que la sociedad exhibe para gozar mejor de la singularidad ficticia que ella le concede [creo que Avengers ya le abrió un espacio a la nueva Súper-Heroína].
La imagen
sencilla de “la feminista consciente-orgánica sobre las olas”, pues no es más que una de
esas mistificaciones retorcidas que la buena sociedad opera para sojuzgar mejor
a sus feministas: nada muestra mejor la singularidad de una “vocación” que
contradecirla ––pero no negarla, ni mucho menos—con el prosaísmo de su
encarnación: es un viejo recurso de todas la hagiografías. También se puede
observar como el mito de las “feministas conscientes sobre las olas” se extiende muy lejos,
mucho más allá del otoño; las técnicas del periodismo contemporáneo se dedican
cada vez más a ofrecer un espectáculo prosaico de las “feministas conscientes sobre las olas.” Pero sería un
grave error tomar este hecho como un esfuerzo de desmitificación. Es todo lo
contrario. Sin duda, a mí, simple mortal proletaria, madre, esposa, hermana, hija, luchona y cabrona, puede parecerme conmovedor
y hasta sentirme halagada por participar en este jueguito, gracias a la inconsciencia e inocencia
de la vida cotidiana de una raza seleccionada por el genio; sin duda sentiría
deliciosamente fraternal a una humanidad en la que sé, por los diarios y las
redes sociales, que una gran feminista consciente-orgánica sobre las olas no usa maquillaje, o tinte, se
viste como hombre o como indígena o como pordiosera, se desviste en el tubo para quien que paga, baila en faldita de colegiala para el patriarca académico irresponsable y pedante, y pinta las
nalgas en las marchas. Pero una feminista consciente tiene su ladito obscuro, es una feminista que conscientemente resguarda su gusto por las “chicas de cabello lacio, delgadas, con vestido rojo [y poetas]” usa zapatillas Chanel, el cabello blicheado, manejar un BMW, que cuando no lo quiera puede pretender que le roban (en Ciudad Equis todo es posible y te puedes colar entre la malandrada sin ser notado y cometer los mismos delitos que se solucionan en masa y se diluyen entre tantos abusos "entre la bola de abusones nis se sabe"). Aunque anuncie amante mas-culino joven en el Fakebook en Instagram se convierte en la lesbiana respetable con su joven e ilusa pareja coach. Pero esto no impide que el saldo de la operación sea que la feminista consciente sobre las
olas se vuelva un poco más pene que vulva, más estrella que luna, que abandone un poco más a esta tierra por
una morada celeste allá por Sedona, donde esconderse mientras pasan los efectos secundarios del
Solitón, el ácido hialurónico, el botox y el colágeno, –o el #metooYoNoLeCreoaElla–LeCreoaLaOtraElla y que no le impidan de ninguna manera, retomar el uso de
su noble palabra in-congruentia.
Proveer
públicamente a la activista del feminismo consciente de un cuerpo bien carnal, revelar que
le gustan las seguidoras obedientes, los labios húmedos y carnosos, de arriba y de abajo, y, según
donde sea el performance, alardear como trofeos en su lecho a los escritores extranjeros en las dunas, los viajes y viejos académicos de reputada estigma, es volver para mí aún más
milagrosas, de esencia más divina, los productos de su arte. Los detalles de su
vida cotidiana, como su retiros de silencio, en vez de hacer más próxima y más clara la naturaleza de su
inspiración, confirman la singularidad mítica de su condición: sólo puede
atribuir a una súper humanidad la existencia de seres tan vastos como para tomar
ayahuasca las veces que sean necesarias para reconciliarse con su espíritu
animal, fumar marihuana a costillas de su novia –y después insultarla, escribir autógrafos con pluma fuente o Monte de Venus Virtuale a su miles de seguidores en las social networks, en el mismo momento cuando se
manifiestan como conciencia universal o, más aún declarar el gusto por los
tacones de aguja o el sadomasoquismo con la misma voz con la que anuncian su eterna publicación: Fenomenologías Cósmicas: Egos Inchados de Ácido Hialurónico dentro de un vestido pretenciosamente de diseño indígena
chiapaneca, oaxaqueña manufacturado en Taiwan o robado a la gobernadora tarahumara. La alianza y acompañamiento la tan cantada solidaridad entre las olas de feministas es espectacular
por tanta nobleza y futilidad sororaria que aún creemos en la contradicción: psico-mágica en su totalidad, también es kózmico –cómico, más bien, cada uno de sus términos
robados y tergiversados a Jodorovsky, Jung, Sagán, Byrne, de Academia.edu, de jstor, o a la neoliberal Simone de Beauvoir,. Esa alianza entre las cartas amenazantes dirigidas por la feminista inconsciente a sus enemigxs (previamente protegidas con copyright), perdería
todo interés sin duda, en un mundo donde el trabajo de la feminista defensore de
la víctima del patriarcado, estuviese desacralizado hasta parecer tan natural
como sus funciones vestimentarias o gustativas: devorar a la otra.
Ejercicio literario basado en
Mitologías, de Barthes.
Mariahmalona
(Malena Villar)
®todoslosderechosreservados #nopodiafaltar
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